Debajo de las piedras - Julia R. Gallego

Debajo de las piedras

Julia R. Gallego
Centro Cultural Doctor Madrazo
Santander - Cantabria - España
19 de julio al 28 de agosto de 2024

Comisarios
Andrea Juan & Gabriel Penedo Diego

Julia R. Gallego nos invita a adentrarnos en un espacio mágico sin tiempo y repleto de crónicas.

Nos seduce con su encanto, sus luces y matices. Nos envuelve en un ensueño rico en colores. Juega con el espacio, las texturas y transparencias, y nos invita a ser parte de ese juego, compartiendo, como espectadores, análogas sensaciones que teníamos dormidas.

Cada una de las piezas fue desarrollada con una pasión exquisita, no dejando detalles sin ser contados, ni espacios sin ser atravesados.

Su Ecosistema: Sol, arena, mar, conchas, piedras, células, microorganismos, membrana, piel… memoria y recuerdos.

Debajo de las piedras, está compuesta por obras en papel y cerámicas, que dialogan generando un recorrido en busca de cada detalle, cada partícula, ampliando cada fragmento en destellos de luz y color.

La variedad técnica en el uso de acuarelas, lápices, bolígrafos, collages, rotuladores sumadas a los esmaltes de las piezas en cerámica le brindan una atracción ardiente, donde cada trazo tiene una energía visceral que completa la idea de su cosmos único y personal en cada una de las obras.

Nos invade una gran emoción al contemplar la obra de Gallego y poder sumergirnos en esa inmensidad atemporal, jugando también con nuestras memorias.


Andrea Juan y Gabriel Penedo Diego

Comisarios

Imágenes de la Exhibición

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Debajo de las piedras

por Julia R. Gallego

                                                                                                 

Historia de un cuerpo

Todo comenzó con un relámpago blanco que le causó una herida. A partir de ella, la piel se fue abriendo por la superficie del organismo justo por la mitad, en la frontera donde la izquierda se encuentra con la derecha. La brecha se abría a lo largo de su cuerpo, dividiendo simétricamente pares de miembros y órganos, despegando a su paso una capa de piel ya seca e inservible, como se pela un fruto maduro y como las serpientes mudan la piel. En el lugar de la herida, quedaba una cicatriz, y una nueva y rejuvenecida dermis le recubría y le separaba del mundo. Fina, casi translúcida, mucho más sensible y receptiva. Pequeños filamentos, como los ojos de un caracol o los tentáculos de una anémona, se extendían hacia afuera para palpar su entorno. Extensiones de sí mismo, órganos sensibles para ver, tocar, oír, oler y saborear. Su nueva piel era como una flor de delicados pétalos mecida por la corriente, abierta, expectante, curiosa por descubrir la belleza del mundo.


Membrana

Así en el mar como en sus adentros. Coexistía dentro de un ecosistema de células y microrganismos en continuo movimiento. Tanto dentro de sí como fuera de sí, operaba el cambio, el flujo del devenir mantenía un equilibrio donde todas las partes funcionaban al unísono. La membrana que la separaba del mundo era porosa y flexible. Y estaba llena de huecos por los que todo se colaba y por los que ella se desbordaba, se salía hacia afuera. Los poros que agujereaban toda su piel sudaban con el calor, los pelos se erizaban con el frío. Los agujeros de sus oídos permitían que el sonido le calase hasta los huesos y los orificios de su nariz se inundaban irremediablemente.

Una línea imaginaria delimitaba su cuerpo, en realidad ella era parte del todo. Su territorialidad, la división entre ella y lo otro, era ficticia. El perímetro que delimitaba su ser era meramente decorativo.

Todo la atravesaba. Los días de tormenta cuando el mar estaba agitado, sus órganos se hacían eco y los truenos retumbaban en sus tripas. Las olas la hacían vibrar, como cuando se arroja una piedra en un estanque en calma y las ondas repercuten expansivamente. Toda ella latía al mismo ritmo que sus afueras.


Sed

Un profundo deseo de conectar con el cosmos, una búsqueda incesante hace que su cuerpo se extienda, se estira tratando de llegar más allá de sus límites, para abarcar lo máximo posible, para abrazar sus alrededores. Su cuerpo se abre, brotan de sí ramificaciones como papilas gustativas ansiosas de palpar y jugar como si fueran cachorros. Se acerca a todo lo que encuentra. Se dispone al encuentro con los otros, tantea el terreno, lo desconocido le llama.


Un recuerdo

Los veranos de una niña en la playa saboreando el calor del sol y la sal del mar en su piel. El tiempo congelado en felicidad, pasaba horas y horas paseando por el borde donde el agua se encuentra con la arena y deposita tesoros mojados y brillantes. Recogiendo conchas y piedras cuidadosamente seleccionados para su extensa colección privada. Entonces el agua la llamaba y se sumergía en un sueño, el mar la abrazaba y la envolvía por completo en su deliciosa frialdad. Dejaba el sol atrás y buceaba, no había nada mejor en el mundo que adentrarse en la profundidad. Continuaba su búsqueda de tesoros mar adentro, extendiendo las manos hasta tocar el fondo. Cada piedra la esperaba, y era imposible adivinar qué sorpresas ocultaban. Escogía una y la levantaba, la arena se removía y hasta que no se volvía a posar sus ojos no podían apreciar con nitidez la cara oculta de la piedra, y su lecho en la arena. A veces no hallaba nada de interés, pero otras veces aparecían todo tipo de criaturas que reptaban desesperadas buscando cobijo para esconderse de nuevo. Levantar piedras era su juego favorito, siempre había una piedra más que levantar, un organismo nuevo que descubrir. 

Imágenes de la inauguración

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